miércoles, 5 de octubre de 2011

LA ÚLTIMA VICTORIA

Aquella mañana me incliné para desenjabonarme el pelo bajo la ducha, y en ese instante mi espalda emitió un chillido que hizo que un escalofrío me recorriese todos los poros.

Era finales de Agosto. La temporada estaba en su recta final, y yo estaba disfrutando como nunca antes del ciclismo, de la competición y de mi mismo.

Intenté que no se notase, pero cuando me agaché a coger un cubierto que mi mano había dejado caer al suelo, me costó contener las lágrimas. Me quedaban unas tres horas de viaje hasta Ponferrada, y confiaba inconscientemente que en ese tiempo sentado en el coche todo mejorase.

Cuando llegamos al circuito urbano de la carrera, y bajarme del coche me supuso semejante dolor, me confesé: "Alberto, dame un poco de Trombocid en la espalda"

El calentamiento encima de la bicicleta fue como una condena, no recuerdo concretamente mucho más que mis piernas insensibilizadas por el dolor y dejarme llevar por la inercia. Así que me bajé y me fui al coche a hacer estiramientos, de esa forma desesperada en la que intentamos que algo dé más de sí, cuando no puede. Mi hermano volvió a aplicarme crema.

La dinámica de la carrera era la siguiente: dos mangas de carrera por eliminación (los dos últimos en cada paso por línea de meta) en dos grupos de corredores, y carrera final del grupo de los treinta que se han salvado.

Espero mi manga, y me posiciono en la salida. Arranca y no puedo más que aguantar de los últimos, aliándome como puedo de la inercia.

Al paso por meta, en el sprint me salvo de una forma que ahora mismo no recuerdo. Las consecuencias se dejan notar y me descuelgo del pelotón, en la medida en que espero que la bajada me anime a seguir. Un poco a la deseperada, volví a enganchar. En la siguiente vuelta la misma historia.

Y a partir de aquí, de repente, todo cambia radicalmente. Todo desapareció, tal cual un tullido recupera la movilidad ante los ojos atónitos de los que le rodean.

De esta forma, de nuevo en la salida de los clasificados, la manga final. Arrancamos y me puedo posicionar delante. Después de varios tanteos en el pelotón, mi compañero Alexandre lanza el ataque definitivo. En el tiempo que cogía unos metros, con cierta temeridad salgo detrás de él, permitiendo lapidar su escapada si alguien me sigue. Y sin embargo, logro alcanzar su rueda sin que nadie me alcance en un esfuerzo agónico de velocidad.

A partir de aquí, yo volaba detrás de un gigante, como ciclista y como persona, y en la medida que podía, dejaba mi aliento porque la fuga llegase a buen puerto. En cada giro de 180º veíamos como aumentábamos nuestra ventaja hasta cierta comodidad.

Penúltimo paso por línea de meta, Manuel Aguiar, nuestro entrenador, grita: "¡Gana Torres!"

Y así fue como entré por última vez en primer lugar por la línea de meta, casi de la mano y agradeciendo infinitamente a mi compañero.

Y todavía hoy no he terminado de agradecérselo a mi hermano, a mi padre, a mi madre, a mis tíos, primos y abuelos, por esto y por otras muchas cosas.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

INSPIRACIONES (ii): EL CERRO DE LAS CONTIENDAS

Arranco, sube, suave, ruido de grijo (grijjjjjjgrijjjjj), freno, equilibrio-curva, ¡arriba! (pimpam), sofoco, Valladolid en la hora dorada, más cerca de la luna tempranera, ¡Hola Irene!, personas (¡klin-klin!),




Vuelta larga: tobogán hacia el lugar secreto, camposanto y campos con ocaso de fondo, y desciendo.




Vuelta corta: ¡ojo curvas!, sendero, pinos y levedad (¡zis-zas!), saltito y...



INSPIRACIÓN

martes, 6 de septiembre de 2011

SERIE: CICLISTAS Y MOJONES

Carretera a Okina A4133. Año 2002


Carretera Castejón del Henares-Argecilla. Año 2010

Carretera de la cueva. Zuheros. Año 2011

CO-4201. Córdoba. Año 2011

CO-6203 Zuheros. Córdoba. Año 2011

mojón1.

(Del lat. hisp. *mutŭlo, -ōnis, de mutŭlus).

1. m. Señal permanente que se pone para fijar los linderos de heredades, términos y fronteras.

2. m. Señal que se coloca en despoblado para que sirva de guía.

3. m. Chito o tanga en que se pone el dinero, y al que se tira jugando.

4. m. Porción compacta de excremento humano que se expele de una vez.

5. m. p. us. montón.

lunes, 5 de septiembre de 2011

A VIAXE

unha vez disparouse a luz brillante
comezamos a camiñar pola ilusión
con alguna parada para nos abrazar,
e a ilusión comezou a achegarnos casualidades,
silenciou e baldeirounos as rúas
ata que demos o ataque final
abandonándonos aos instintos
e atopeime co teu sorriso
que fou acompañando cada paso
cada pedra que atopamos

Sabela B. Iñarrea: "A VIRTUDE E OUTRAS MISERIAS" Ed. Cardeñoso 2005

domingo, 4 de septiembre de 2011

POESÍA Y CALLES

Paseando por un pequeño pueblo, me fijo en los nombres de las calles. Son nombres sugerentes. Evocan un sentimiento, un pasado, un legado cultural o tradicional, o una indicación geográfica genuína. Son calles con arte.

Ejercicio: coja el mapa de Madrid, y al azar escoja una zona.
Resultado: cada vez más, recordamos a personajes ilustres, históricos, hacemos referencia a otros lugares, a ríos... Pero nos olvidamos de dotar a la ciudad de sentimientos. Este mismo ejercicio en una zona de nueva urbanización, el resultado es desolador, ¡las calles no tienen sentimientos! No nos cobijan, son frías, grises, no nos invitan a usarlas.

La plaza que tengo cerca de casa, que se llama Juan Pablo II, ¿sería más atractiva si se llamase "Plaza de las conversaciones"?

Cada vez quedan menos plazuelas, callejas, pasajes, callejones, bulevares, cantones... Estoy seguro que Rosalía de Castro y todos sus colegas homenajeados, echan en falta esos sentimientos.

¡Poetas del mundo, a la calle que os necesitamos!





sábado, 3 de septiembre de 2011

INSPIRACIÓN


Abajo en el sótano, allí donde paso la mayor parte del tiempo, por más que abro mi pecho, por mucho que intente expandir los pulmones, no consigo enriquecer de oxígeno mis sentimientos. No sé cuándo construí este subterfugio, ni por qué; lo poco que me cuesta estar, y volver, oscurece el esfuerzo, a veces espontáneo, de caminar
La inspiración es esa bocanada de aire que te penetra, que te hace consciente, que te avisa que ha llegado la primavera, que recorre tus pulmones como una ola hecha espuma avanzando entre las rocas.

La primera pedalada, la energía incontrolada del hábito, la rememoración de algo que hacía mucho tiempo que no hacías. El cielo cóncavo y la visión en ojo de pez. La tierra abriéndote el camino. Las esquinas sugiriéndote descubrimientos.

La velocidad se transforma en alegría. O más bien la alegría produce velocidad. No, no, es la mezcla de velocidad, alegría y descubrimiento lo que deforma el espacio-tiempo. Aunque vayas más lento que una tortuga. 

 Y regresas, y lo vuelves a guardar todo. Pero esa bocanada de aire ha irrumpido subrepticiamente, y ahora notas amplitud, frescor. Y guardas los pinceles, o la pluma, o la cámara.

miércoles, 20 de julio de 2011