jueves, 15 de julio de 2010

Vacaciones con tándem

Nos cogemos una semana de vacaciones. Llevamos el tándem a cuestas para compartir nuestro espíritu con todos los posibles y disfrutar de los lugares familiares de otra forma.

El listado de actividades que realizamos es el siguiente:

- Ruta dominguera por el monte Acibal
- Ruta temática "Los Torres"
- Iniciación oficial Miguel y Sabela
- Sendas de Ferral del Bernesga
- Senda del Oso

16/07/2010: Ruta dominguera por el Monte Acibal

Hoy se juntan la Otero con una prima suya, la Macario de Marcos y Patri.
Salimos de Pontevedra por la orilla del río Lerez, por el carril-bici más antiguo de la ciudad (y el único hasta la fecha), contemplando a la otra orilla "a illa das esculturas". Al llegar a la reciente playa fluvial, el sendero que sigue al Lérez está cortado, mal asunto para un paseo casi recién inaugurado.

El camino se vuelve a coger en la rotonda de Monteporreiro, bajando hacia la izquierda. Recuerdo este camino cuando era pequeño, con mi BH (plegable, por cierto) heredada, recorrerlo hasta la fuente que había bajo un arco, en aquellas épocas en las que mi padre acostumbraba a ir a por agua a las fuentes. Hoy en día sigue el arco, pero me parece que no hay fuente.

Una vez terminada la carretera empieza el sendero, muy bien acondicionado, y para la hora a la que vamos, muy fresco y poca gente. También recuerdo este sendero haberlo hecho con Trujillo en bicicleta, cuando era barro puro, una tarde sin plan. Hoy es menos virgen, pero más accesible. El sendero termina con una fuerte subida en la bajada de Ponte Bora, y un poco más adelante cogemos el desvío a la izquierda, que se dirige al campo de tiro de Bora. No estoy seguro, pero posiblemente la segunda vez que salí en bicicleta (de ruta) allá por el 89, cogimos esta dirección (con la BH, sí). La primera fue por la carretera vieja de Marín. Bien, pues recuerdo justo en la casa antes del puente sobre el río, había de aquella un monito que saltaba de arriba a abajo por un poste de madera al que estaba atado.

Después de pasar el puente y estos recuerdos, empieza la subida, ondulante y armónica. Las carreteras armónicas son aquellas en las cuáles la bicicleta circula como si fuese un coche de tiovivo, de los que tienen subidas y bajadas, curvas y contracurvas, como si una cadena tirase de tí guiándote. Algún día haré un mapa de carreteras armónicas de la provincia de Pontevedra.

Llegamos con 10 minutos de retraso al cruce de colegio de Xeve, pero Marcos y Patri todavía no han llegado. Cuándo llegan, protocolos ciclistas de rigor, saludos, comparación del peso de los tándem...


Cogemos, un poco más adelante, una carretera a la izquierda que empieza a subir, adentrándonos en el fabuloso mundo de la arquitectura sin fin de estos lares. Bueno, también es la tierra de los repechos sinsentido, que discurren entre muros patrimonio de la humanidad, y que te dejan las piernas aullando. Y a partir de aquí no hay otra historia que subir, subir y subir.


Y será por una pequeña rivalidad sin malicia, pero hoy Irene está empujando para arriba como si se jugase el liderato, que incluso tengo que pararla, así que no pueden más que seguirnos con la mirada hasta que nos perdemos tras las curvas de estos montes. Al llegar arriba nos juntamos y avanzamos hasta salir a la carretera del monte Acibal, a la altura de la fuente; no sé cuántas veces habré cogido agua aquí, incluyendo la romería nocturna a Amil. Desde aquí queda subir unos 2 o 3 km hasta el Pastizal; nunca había subido con tanta fuerza este tramo. No sé si vendrá de aquí la expresión, pero formamos un tándem perfecto.

Llegamos a otra fuente llena de tradición, hito casi obligatorio cuando Marcos y yo recorremos azarosamente estos montes. Y cogemos la pista que rodea el Pastizal, para encontrarnos con una caballada, que nos escolta al trote por el camino. Después cogeremos la bajada, acuñada como la mortal, hacia el Pontillón. Marcos y Patri se lanzan al vacío, por encima de las piedras y la gravedad, y nosotros extremamos las precauciones, al tiempo que acompañamos el ritmo de mi padre y abarcamos el paisaje hasta la Isla de Ons.










Solo falta bajar otra vez hasta el colegio, el punto de partida, y desde aquí nos despediremos para seguir bajando, con algún que otro repecho, hasta Pontevedra.

Parecerá una exageración, o un sentimentalismo excesivo, pero compartir todos estos recorridos más que trillados con Irene, y a su vez con Marcos, Patri y mi padre, me hace homenajear mentalmente cada una de las veces que he pasado anteriormente.

17/07/2010: Ruta Temática "Los Torres"

Trataré de hacer un experimento, ser copiloto. Para ello cuento con un experto piloto, Alberto Torres, mi hermano. Nos acompaña Tino Torres, mi padre. Ajustamos el tándem y nos ponemos en ruta por las Corbaceiras.

Es cómodo ir detrás, y cierto lo que dicen, si quieres puedes no pedalear sin que se entere el de delante.

Cogemos de nuevo la senda del Lerez, y tenemos que ir levantando el pié para no dejar atrás a mi padre. Desde aquí detrás da más sensación de locomotora.

Volvemos a pasar por Bora, pero ahora para coger rumbo Tenorio; Nos espera otro Torres, Miguel, nuestro compadre. Va a hacer de cicerone por las empinadas cuestas de Tenorio. Nos cuenta Miguel la leyenda de que en otros tiempos subía la Soldada. Desde luego, la pose de escalador no la ha perdido. Bajamos por el campo de futbol hacia la general. Enfilamos la recta de Tenorio a más de 60km/h, ups... nos hemos saltado el límite...

Antes de despedirnos, pruebas de copiloto, y volvemos para casa por la senda.

Conclusiones como copiloto. Bajar con piedras impresiona. Es mejor, para la sintonía del tándem, pensar que el que llevas detrás puede ir sufriendo más que tú. Admiro un poco más a Irene por su adaptación al puesto.

20/07/2010: Iniciación de Miguel y Sabela

Dice el abuelo Salvador que el mundo está bien montado como está, que tenemos que pasar crisis como la de estos años para enterarnos de lo que vale un peine, que si hubiésemos pasado una guerra, ya se nos quitarían las ganas de hacer huelgas y pensar en lo que es imprescindible. Que si viviésemos con todo hecho, sin tener que buscarnos las habichuelas, y tumbados a la sombra en cualquier lado no aprenderíamos a pensar, a desarrollarnos. Y que para qué tener más de un baño, si al final resulta en un derroche de agua y en quitarnos la capa ácida de la piel (esto ya me lo decía un profesor en la universidad).

Escuchar hablar a alguien desde esta perspectiva es un privilegio. También hay que decir que que está como está con 90 años porque iba a trabajar en bicicleta todos los días, incluso llevó a parir a su segunda hija en bicicleta.

Casi al mismo tiempo que estas palabras, otra rama de la familia, Miguel González Estarque hace su primer intento en una bicicleta oficial, ya que tiene el gusanillo de las bicicleta despertándose. En unos meses puede que esté dando pedaladas. Su hermana Sabela por mimetismo, también prueba, y los dos en el tándem, que parece una guagua dominicana.

- 22/07/2010: Sendas de Ferral del Bernesga

Sin subvención por parte del ayuntamiento, unos recorridos por las raíces de Irene.






24/07/2010: Senda del Oso

Si alguna vez te dicen que vayas a descubrir mundo y no tienes otra cosa que hacer, acepta la invitación y la compañía, porque seguramente descubrirás más cosas de las que te esperas. Dos consejos importantes: madruga y sorpréndete como un niño, sin prejuicios. No hace falta llegar al fin del mundo para sentirte como un pájaro en plena migración a través de las estaciones.

La Senda del Oso no está en el fin del mundo, pero hay que atravesar montañas valles y puentes. Asturias es así, infranqueable, fortificada entre su cordillera y sus industrias.

El día está estupendo para tres madrugadores y un tándem en el mismo coche. Y llegamos tan temprano que es difícil encontrar alguien para preguntar como se llega al oso. Los mineros no parecen conocer muy bien la zona.

Después de corretear en círculos por las "corredoiras", encontramos un ciclista que, como no, nos indica lo perdidos que estábamos hasta su indicaciones. Siempre majetes esta especie de las carreteras secundarias.

No hacemos más que coger curvas. Me pierdo una de las fotos que todo ciclista desea, al lado de una señal: desnivel 20%. Y tras bajar esta monstruosidad, llegamos a la carretera que nos llevará al área recreativa Buyera, donde Pablo recogerá la bicicleta de alquiler.

Cogemos la via verde hacia Proaza, previa parada para saludar a los que dan nombre a la senda, los osos. Hubiese preferido que me contasen que el oso domina estos montes a su antojo, y que me enseñasen una foto, a verlo en esta semijaula. Quizá no lo veo con la ingenuidad de un niño.

Tal y como nos recomendó el paisano de la bicicleta, debemos parar a desayunar en Proaza, en el Vasco más concretamente, aunque no llevemos mas de 2 km recorridos, para tomar un café que nos ayude a sobrellevar el madrugón y probar diversos dulces locales.



Al estar muy arbolado, la senda está fresca, lo cuál hace curioso el contraste con el calor que traíamos de Madrid. El camino está despejado y llegamos al primer tramo de túnel, gélido, elegantamente iluminado, tenue, un buen tramo de 300 metros o más, que provoca una sensación de pedaleo al limbo, de levedad, de dulce peligro.



A partir de aquí pedaleamos entre riscos verticales, encadenando continuamente túneles. Somos como las pequeñas locomotoras que transportaban hierro y carbón entre el valle de Quirós y Trubia hasta 1969. Un desnivel casi imperceptible ascendente (0,5%) hace que la marcha sea completamente agradable (y la compañía).





Llegamos al pueblo de El Entragu, donde nos tomamos un vermú como buenos "biciclistas", para poder volver por donde vinimos, ahora con el desnivel que nos permite pedalear...¡Nada! en casi 10 km, y por tanto 10 km de tiritona, ¡qué frío, madre del amor hermoso!

Nos cruzamos ahora a mucha gente en sentido contrario, en especial a un grupo de 25 chicas peligrosas (para los túneles sobre todo) que habrán dejado algún diente en el camino.

Se nos ha acabado el recorrido en un abrir y cerrar de ojos, y es una pena no disponer de más tiempo para explorar la variante que sube al embalse.

En fin, lo que más me gusta de las vías verdes es tomar el testigo de aquellos antiguos ferrocarriles de vía estrecha, y seguir explotando esos rincones solo reservados para maquinistas.

domingo, 4 de julio de 2010

II Cicloviaje: La trashumancia

Si fuésemos pastores, probablemente iríamos en bicicleta.

Tengo una teoría fantástica sobre la vida de las personas y el destino. El destino no está escrito, sino que se va escribiendo con cierta antelación a nuestros actos. Cada vez que escogemos un camino, se escribe a su vez el próximo cruce en el que tendremos que elegir opción. Sin embargo hay algo en nuestra elección que se escapa de nuestro análisis, y que provoca que se vayan enlazando lugares comunes, y que interaccionen señales separadas en el tiempo y en la distancia. Irene y yo lo llamamos coincidencias, y nos lo tomamos como un juego que da un hilo conductor a la vida.

Este II ciclo viaje se escribió cuando hicimos el I cicloviaje.

Prólogo: Cuenca (2/07/2010)

Para describir cómo es Cuenca, voy a sacarme de la manga una fábula: "La empezó un alfarero, el mejor artista que existía por aquellos tiempos, cuando todo empezaba, y la alfarería era un arte mayor. Quiso hacer una cerámica tan grandiosa y refinada que se le desmoronó en el torno, como se le desmorona el barro a los aprendices. Los que pasaban por allí quedaban magnetizados por aquel potencial artístico, y decidían levantar sus moradas sobre aquella obra fracasada. Cuenca es literalmente una ciudad colgada de aquella vasija desmoronada, donde quien más y quien menos de sus habitantes, es artista"
Hay otra explicación, que es que los ríos Júcar y Huécar erosionaron los cimientos calizos, formando profundas hoces alrededor de la ciudad. Ahora, a quién se les ocurrió montar sus casas allí, y porqué les gusta tanto el arte, no sé de donde viene.

Es día de tormenta, así que tras recoger los convenientes folletos en el punto de información, hacemos tiempo paseando a pié por las calles, esperando a que escampe. Subimos y bajamos las escalinatas que trepan en zig-zag. Cuenca es una ciudad tranquila y bonita. Está noche hay banda de música y se están preparando en la plaza.

El cielo se asoma azul y cogemos la bici para recorrer un poco más los alrededores. Seguimos por el río Júcar, aguas arriba. Antes de salir, nos encontramos una muestra de arte vecinal, con un recorte de cuero que tiene grabado la palabra "tándem" (coincidencia).








El paseo por la ribera es agradable y entretenido por sus suaves hoces y barrancos. A la vuelta paramos a cenar en lo que se denomina por estos lares un recreo, al ladito del río. Tan bien presentado el tomatito que pedimos, y la noche tan estupenda que se ha quedado, que nos sabe a gloria; lo recomendaremos.





Volvemos para la posada Huécar en un recorrido nocturno por las calles empedradas; el murmullo del río y las farolas amarillentas completan la estrofa del poema.













Día I: Guadalaviar-Orea
(3/07/2010)

Amanece en calma. Nos preparamos y desayunamos con todos los lujos que nos gustan en la habitación, batido de cacao y bollitos que hemos traído (el desayuno no estaba incluído). Metemos el tándem y demás parafernalia en el coche, y arrancamos a través de las hoces que ha labrado el Huécar; Cuenca es exhuberante. Nos adentramos en la Serranía.

Para llegar a Guadalaviar atravesamos un puerto con pista de tierra, que no me extraña que luego digan que Teruel no existe. Antes de acabar la subida ya nos encontramos con la bienvenida de las ovejas, que se lanzan una tras otra saltando el quitamiedos hacia el precipicio, y me hacen entender varias cosas a la vez sobre la sabiduría popular y las ovejas.

Caen rayos a nuestra llegada a Guadalaviar. Aparcamos en el sitio convenido, al lado de la plaza de toros, y nos reciben Nacho y Alberto, los guías de esta ruta. Ante su recomendación de poner las cubiertas taqueadas, ya nos empezamos a imaginar en qué aventura nos vamos a meter. Somos un grupo de 24 ciclistas de todas las categorías: urbanos, viajeros, críticos, competitivos... y nosotros, de categoría especial. Además nos acompañará una furgoneta-escoba casi todo el recorrido

A los 10 minutos de empezar la ruta, por pistas forestales por supuesto, empieza a caer una chaparrera continua que le muestra a Irene cuáles son las dimensiones del ciclismo. De todas formas, el paisaje es precioso (¿estamos en Alaska?), y la temperatura agradable. Cada vez que nos paramos para reagruparnos, por supuesto responder a las típicas preguntas: que si la de atrás no pedalea, que cómo la metemos en el coche... Hubiese sido mejor haber dado una rueda de prensa al llegar.

Con la pista embarrada, de vez en cuando aparecen zonas de roderas, y en una bajada nos llevamos un ligero susto con una, ya que mantener el equilibrio es más complicado en el tándem cuando tienes que sortear pasos estrechos.

Después de un par de horas lloviendo sin cesar, por fin escampa, sale el sol con brío, y nos seca todo el barro que llevamos en la bici, en la piel y en la ropa. Comienza la primera subida seria, unos 3km de buena pendiente, que nos va metiendo en un paisaje más agreste; es decir, que en cualquier momento nos damos de bruces con un alce.





Arriba paramos para recuperarnos y tomar el avituallamiento al lado de un refugio de pastores bastante apañado. Son las 13:00h, y aprovechamos esta parada para ir afianzando las relaciones que han surgido espontáneamente.
Después del piscolabis, salimos de la pista forestal para comenzar la parte ambiental de la ruta, y a través de unos senderos dirigirnos al poljé del cubillo; ¿y qué es un poljé? (no tiene nada que ver con el chiste de las pouflas). Pues una formación en terreno kárstico, en la que se origina una depresión por disolución de la roca caliza, atravesada normalmente por un rio que se pierde por un sumidero. De forma gráfica, es un fregadero gigante cubierto de prado.

Aunque parezca increíble, en este mismo fregadero podemos observar los restos de un castro celtibérico, con sus avenidas y todo, una formación vegetal que se denomina piel de leopardo, formada por sabina rastrera, y unas lagunas donde se hacen diversas investigaciones. El caso es que ahora, todo este fregadero es el que atravesamos a golpe de pedal, por el medio y medio. Es una imagen muy bucólica, sí, pero no la más favorable para pedalear. Hacemos gala de nuestras recién adquiridas habilidades técnicas, y recibimos alguna ovación por sortear arroyos y montículos.

Después de un ligero chispeo del cielo, volvemos a coger la pista forestal con sol y con hambre, y llegamos cómodamente a una toba, denominada Aguaspeña. Es una roca que se va formando por precipitación del carbonato cálcico del agua sobre el musgo. El agua desciende a borbotones por la roca; ya no sé si estamos en Guadalajara o en Nueva Zelanda.
























Llegamos sobre las 15:00h a Checa, que es el bonito pueblo donde vamos a comer. Una de las sensaciones que más me gusta al entrar en un pueblo es captar esa sintonía que tienen las calles cuando se respeta la arquitectura regional. Este es el caso, que aunque renovado, mantiene la esencia tradicional.

Comemos todos a la manera cicloviajera, compartiendo una plaza con nuestras latitas y nuestros embutidos. Está el numeroso grupo de amigos de Guadalajara, los guías Nacho y Alberto con sus familias, Rubén y su novia, Ana de Valencia, los chicos de Teruel... un gran banquete. Después del postre, en el mismo pueblo visitamos el museo de la ganadería tradicional en el Alto Tajo. Parece que todos los centros de interpretación de esta región son muy completos, con muchas maquetas e interactivos. Es la mejor forma de no peder un gran legado cultural.

Por último, y tras un corto paseo por el pueblo, presenciamos el plato fuerte de la jornada: el esquileo de unas pobres ovejas que pasaban por allí, por el segundo esquilador más rápido de España; peladitas se quedaron.


Después de dejar que nuestros compañeros prueben el tándem, emprendemos los 9 pesados kilómetros de carretera que faltan hasta Orea, que es el punto final de la ruta. Y es que ya llevamos más de 40km, primera vez por el monte, sube, baja, para, monta, llueve, hace sol... estamos en forma, pero hasta los... piñones. Además, como no, viento en contra y picando para arriba (la típica suerte). Nos lo tomamos con calma y vamos sacando fotos de equipo con Ana, Rubén y su novia.


A la llegada a Orea visitamos el centro de interpretación "Sequero de Orea" (observamos las carboneras, la recogida de la resina, la micología de la zona, la fauna de los ríos...). Orea es el pueblo más alto de Guadalajara. Pedaleamos 1,5km hasta el área recreativa de Cerrillo Herrero; son las 19:00h y vamos a reponernos de todo el día con un menú de 5 tenedores:
- Salmorejo
- Migas pastoras
- Sandía
- Cerveza y refrescos
Una cena de lujo para calmar un apetito de pastores. Chapó por la organización.

Nos despedimos, ya que la mayor parte del grupo tiene que seguir subiendo hasta el camping, y nosotros, dejarnos caer hasta el Hostal Alto Tajo, en esta misma carretera. Ahora si que ya podemos sacarnos todas las capas de sudor, barro y polvo que llevamos encima... y yo mañana con la misma ropa.

A las 20:30 vemos el partido (España-Chile) en compañía de Ana, que se aloja aquí mismo, y Javier, en unos apartamentos cercanos. Nuestra Otero duerme en la parte de atrás, entre cajas de refrescos y cervezas, contemplando los campos arados. Compartimos la alegría con los que allí estaban, pero quizá después de todo lo que habíamos vivido, una victoria de España no nos cambiaba mucho. El sueño pasa como pasa las nube por el cielo en noche estrellada, leve y silenciosa.

Día I: Orea-Guadalaviar (4/07/2010)

Nos levantamos cansados como mulas de carga. Acabamos las provisiones que teníamos para los desayunos, además de tomarnos un cafetín para desentumecernos. Salimos al encuentro de los que estamos en Orea, ya que con el resto nos encontraremos en el cruce de la carretera del camping con el barranco de la Hoz Seca. Cogemos la pista forestal que baja al barranco, y enseguida empieza a subir entre la sombra de los pinos; 3km que hacen que se calienten las piernas y se olvide todo el cansancio del día anterior; Irene empuja con mucha fuerza. Después, una bajada interminable donde alcanzamos ¡67,5km/h! y llega a Villanueva de las Tres Fuentes, pueblo abandonado que no parece muy antiguo. Y miro alrededor y me pregunto porqué todo es tan bonito aquí apartado.


A partir de aquí, cogemos la desviación por el paraje de la Chaparrilla, el "esperado" tramo de barro, que, finalmente, no está tan embarrado. Una avería en el grupo nos permite tumbarnos un rato a la sombra en este agradable prado, y charlar tranquilamente con los demás de garrapatas y otros menesteres. Alguna parte si está encharcada, y hay que exprimir la pericia para evitar el ridículo esperado de chapotear como gorrinos. Bueno, y nos ganamos otro aplauso de paso.

Después más pista forestal, llana y cómoda, y algo de carretera para llegar al pueblo de Griegos, y en el paraje de la Fuente de la Cerraja, tomar el avituallamiento (con unas acertadas naranjas) y escuchar qué es eso de hacer la vereda de boca de una pastora, que nos explica su modo de vida. Un modo de vida normal, como cualquier otra persona que coge todos los días el avión Vigo-Madrid, o 1h30'de coche hasta el trabajo. También llevan a sus hijos al colegio, y controlan las finanzas del rebaño para decidir qué es rentable. Por eso dedican 23 días para dirigir a las ovejas a los pastos de Andalucía, porque montarlas en un trailer sería mucho más caro.

Desde aquí, en unos minutos llegamos a nuestro punto de partida, Guadalaviar, donde completamos el conocimiento de la trashumancia en un museo dedicado. Vuelvo a repetir, ¡qué bonitos son los museos en esta zona!, y qué bien guardado el patrimonio cultural.



Por fin, lavadita para las bicis, desmontar y en medio de un aguacero repentino, final y despedida.

Datos descriptivos

Lo mejor del viaje: la experiencia de hacerlo en grupo...¿todo?

Lo peor del viaje: ¿la lluvia?

Cosas que echamos en falta: ropa para 2º día (yo), y chubasqueros

Cosas que sobraron: nada

Datos técnicos









km prólogo: 14,1
DÍA I
Kilómetros: 48,89
Tiempo de pedaleo: 3:45:17
Velocidad media: 12,9km/h
Velocidad máxima: 51,9km/h
DÍA II
Kilómetros: 28,8
Tiempo de pedaleo: 2:05:00
Velocidad media: 13,5km/h
Velocidad máxima: 67,5km/h

COSTE TOTAL: 186,48 euros

sábado, 19 de junio de 2010

I Cicloviaje: Sigüenza-Guadalajara (o el mejor día de mi vida en bicicleta)

Hoy es uno de esos días que probablemente nunca se olviden. Es difícil transmitir la emoción que siento desde la noche de la víspera. Quizá para que se entienda, podéis pensar en lo que sintieron Armstrong y Aldrin en su viaje lunar, desde la misma fecha de carga de queroseno de la nave, el 18 de junio, tres semanas antes del lanzamiento. Creo que una secuencia de la película Noviembre (Achero Mañas 2003) plasma a la perfección esta emoción, justo después que aceptan a Alfredo en la escuela, y el sale montado en su bicicleta por las calles de la ciudad con una emoción incontenible.

Esta aventura, para entenderla bien desde su origen, tiene su semilla, su riego, y su rayito de sol. La semilla es simplemente que me gusta montar en bicicleta, y recorrer distancias con le energía de mis piernas. El agua que riega la semilla son unas alforjas que Irene me regaló hace unos 6-7 años. Y el sol que hace germinar la semilla es una excursión que hice cuando estaba en Vitoria, por tierras del Rioja y el Ebro, muy similar a la de hoy.

Supongo que en todos estos años en los que pensé realizar pequeños "viajes", nunca me hubiera imaginado que algún día podría compartirlo con Irene; creo que ese es un sueño que me ha cogido por sorpresa.


Ayer fue un día emocionante para los dos. Debo reconocer que estaba algo nervioso. Estrenar el portabultos y las alforjas después de 6 años o más...










A diferencia del resto de días de la semana me levanté como un resorte, ya casi estaba todo preparado, sólo teníamos que llenar el depósito y "cambiar los filtros". Las previsiones son optimistas para el tiempo, y la mañana está fresca como una lechuga.















Cogemos la bici hacia Atocha, y la ciudad está amable, húmeda, como recién duchada; ¡si hasta parece que los semáforos sonríen! Llegamos a la estación en 11 minutos, prácticamente los mismo que tardaríamos en coche. Atocha es lo que me quita el sueño, tan grande... Pero aunque no está preparada para el acceso con tándem, nos plantamos en el vagón 9 minutos antes de la salida. Como a mí me gusta decir: "todo va según lo previsto".


Aunque el compartimento para bicicletas no está preparado para tándem, nuestra Otero ya está acomodada con una amiguita que también va a Sigüenza. ¡Pobre, cómo va cargada!

El revisor es ciclista, de ahí su comprensión al vernos subir, y viene a charlar una rato sobre la ruta que vamos a hacer, algunos consejos sobre la misma y el entorno (subidas, pueblos, tráfico...). Es de un pueblo de Soria; por cierto, este tren tiene destino Soria. Es de esos personajes que Cela gustaba encontrar en su viaje por La Alcarria.

Lo bonito de los viajes en bicicleta, o a pié, es que sabes dónde vas a empezar, pero no sabes dónde va a acabar, o qué te vas a encontrar durante el camino.

Después de un par de esfuerzos con ayuda para sacar el tándem del tren, ponemos pié en Sigüenza, en una estación de las de toda la vida, bonita.

Montamos en la bici y a pedalear por Sigüenza, en nuestro nuevo sistema para conocer pueblos y ciudades. En 20 minutos hemos captado el aroma y el tacto de esta histórica villa.




Saliendo hacia nuestra ruta tenemos que parar en la gasolinera a preguntar, fundamentales a la hora de orientar a todo tipo de viajeros. Ya nos damos cuenta que les cuesta soltar palabras por la boca. Y hala, a subir y a bajar por una carretera bien ancha, bien asfaltada, algo transitada. Vamos acompañando el río dulce, que va formando un bonito paisaje con sus hoces y sus barrancos. Está establecido como parque natural, tal y como veremos en el centro de interpretación al que llegamos después de una larguísima bajada; ya les gustaría a las motos que venían subiendo ir tan rápidos como nosotros.

Normalmente, en un viaje normal, cuando nos entran ganas de ir al baño solemos aprovechar la parada para echar gasolina o tomar un café en alguna área de servicio o pueblo. Esta es otra de las peculiaridades de los viajes en bicicleta; entre la curiosidad y la necesidad, descubrimos la riqueza de flora y fauna que habíamos dejado a nuestra izquierda durante 20km, deslumbrántemente representada por maquetas, fotografías y sonidos. Además el chico de información también era ciclista, y nos da una serie de consejos sobre la ruta que nos hizo cambiar los planes. Y además vamos al baño.

La carretera ha cambiado radicalmente, apenas pasan coches, está recién asfaltada para nosotros, y transcurre por el valle del Henares, que va acompañado por un precioso bosque de ribera (olmo, fresno y álamo blanco).


Según las directrices de nuestro informador, abandonamos este valle para coger una carretera que nos llevará a otro a través de una montaña. Está es de las que hace afición, dónde a Chiapucci le gustaba atacar. Cruza un tranquilo pueblo, Castejón del Henares, dónde la máxima preocupación es cuidar de la huerta.


Otra observación importantísima a la hora de viajar en bici, al ver los mapas, es fijarse si las carreteras son muy curvas, o van de un río a otro, significa subida seguro. Esto ya nos lo explicó nuestro informador, además de explicarlo correctamente los chicos de rodadas.

Un par de curvas nos muestran nuestra ascensión, y después de otro par de esfuerzos se descubre una planicie extensa de cereales y encinas. Paradita para comer y beber, y volamos los 10km hasta el balcón del valle del Badiel, cerrado y mágico.







Este río tiene también un privilegiado bosque de ribera, y los pueblos se van sucediendo cada 5km. Subimos las cuestas de Ledanca buscando dónde hacer nuestras necesidades. Curiosamente tenemos que utilizar el servicio del ayuntamiento, taberna y local social a la vez. En lo alto del pueblo está la iglesia y el cementerio. No creo que haya restaurante con estrella Michelín mejor que este, así que decidimos comer aquí, y de paso ir quitándole peso a la bici.

Seguimos llaneando por el valle, en busca de un café que no aparece. Valfermoso de las Monjas tiene un silencio sepulcral, iglesia, fuente y frontón, pero no sirven café. En Galicia habría 2 ó 3 tabernas. Puesto que la carretera termina en este pueblo, volvemos por donde hemos venido. El monasterio de Valfermosos de las Monjas está cerrado a cal y canto, y no encontramos las pastas o dulces que esperábamos encontrar.









No es hasta el siguiente pueblo, Utande, dónde casualmente están en fiestas (esta es una costumbre que nos suele acompañar), en cuyo local social vamos a disfrutar de un café.














Nos despedimos del valle del Badiel por otra carretera que nos subirá para llevarnos hacia Brihuega. Después de unos 4km de subida, recorremos veloces carreteras infinitas entre campos de cereales, y dado que pocos coches se nos cruzan, ocupamos con nuestro ego ciclista el ancho de la carretera.






Brihuega está metida en el valle del río Tajuña, y nos dirigimos directamente a la oficina de turismo, dónde nos atiende una chica muy simpática, a diferencia del resto de la población, y nos provee de folletos y mapas. Recorremos el pueblo en bici, para captar la esencia. Vemos una muralla árabe, una castillo originalmente árabe, una curiosa plaza de toros, una fuente de doce caños...
Tomamos unos refrescos, y compramos una barra de pan.


Cogemos la carretera que acompaña el Río Tajuña, llana y frondosa. Perdida en medio de esta fronde, la casa de los Hare Krishnas, anunciada con gran cartel pero lejana de cualquier público.

Ya pesan los kilómetros, aunque sean rápidos y llanos. Dejamos esta carretera para abordar otra subida que nos tiene que llevar a Guadalajara. Antes nos afanamos unos bocadillos de jamón serrano a orilla del río y reponemos líquido. Esto es fundamental cuando viajas en bicicleta, parar muchas veces e ir con mucha calma, ahorrando esfuerzo.

La conversación es agradable y espontánea durante todo el viaje, incluso en momentos de esfuerzo como en esta subida.

Sin embargo, y a pesar de nuestra convicción, todavía nos queda otra subida. El paisaje, aunque precioso, se vuelve monótono, y la conversación se centra en cuánto nos puede quedar. Se nos está atragantando (llevamos 105km), pero Irene ha captado bien el concepto de los cicloviajes, con lo que vamos parando poco a poco, comiendo, bebiendo... esto hace que se refresquen las piernas.

Aunque sólo quedan 8km para Guadalajara, y los últimos son todo bajada, tenemos que llanear con viento en contra, y el hombre del mazo pasa a nuestro lado. Eso sí, una vez vencido, disfrutar de la velocidad, soltar las piernas y sonreír porque ya hemos llegado a nuestro destino.

Como ya hemos visto muchas iglesias, castillos, murallas, fuentes... nos dirigimos directamente al palacio del Infantado, donde reponemos un poco de fuerzas y asistimos a la sesión de fotos de unos novios.








Solo queda llegar al cercanías, mucho más cómodo para la Otero que el regional, y disfrutar del viaje de vuelta rendidos pero repletos, reponiéndonos con unas almendras y agua.


Al llegar a Madrid, cruzamos el Retiro para llegar a nuestra casa, y preparamos una buena cena de pasta, un helado de capricho que no voy a incluir en los gastos, y Algesal espuma para recuperar las piernas.

Ver las fotos nos despierta la misma emoción que Armstrong y Aldrin al regresar de la luna y contemplarla desde la tierra.

David

DATOS DESCRIPTIVOS
Lo mejor del viaje: Los paisajes, la conversación, el centro de interpretación...¿todo?

Lo peor del viaje: La subida final a Lupiana y sacar el tándem del tren regional.

Cosas que echamos en falta: Chicles, prismáticos y pulpo para amarrar la bici en el tren.

Cosas que sobraron: En realidad nada, aunque no utilizamos una chaqueta y una toalla, que nunca sobran.

DATOS TÉCNICOS

Kilómetros: 130,34
Tiempo de pedaleo: 7:17:22
Velocidad media: 17,8 km/h
Velocidad máxima: 61km/h
Altitud máxima: 1070m
Altitud mínima: 674m
Desnivel positivo: 603m
Desnivel negativo: 989m
Coste total del viaje: 54,63 euros










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